viernes, 13 de noviembre de 2009

NATHICANA

Fue en el pálido jardín de Zais, Los jardines neblinosos de Zais, Donde florece el nephalot blanco, El perfumado heraldo de medianoche. Ahí dormitan los quietos lagos de cristal, Y arroyos que fluyen sin murmurar, Los suaves arroyos desde las cavernas de Kathos Donde germinan los espíritus calmos del ocaso. Y sobre los lagos y arroyos Hay puentes de alabastro puro, Puentes blancos todos tallados hábilmente Con figuras de hadas y demonios. Aquí resplandecen soles raros y planetas extraños, Y extraña es la creciente Banapis Que se pone más allá de las murallas cubiertas de hiedra Donde se hace espeso el ocaso del atardecer Aquí caen los vapores blancos de Yabon; Y aquí en el remolino de vapores, Yo vi a la divina Nathicana; La enguirnaldada, blanca Nathicana; La de ojos humildes, la de labios rojos Nathicana; La de voz plateada, la amada Nathicana; Y siempre fue ella mi amada; Desde las edades en que el tiempo era no nacido; Cuando nada nacía, salvo Yabon. Y aquí habitábamos por siempre Los niños inocentes de Zais, En forma queda, en los senderos y las plazoletas Coronados de blanco con el bendito nephalot. ¡Cómo acostumbrábamos flotar en el ocaso Sobre prados cubiertos de flores y sobre laderas Todas blancas con el humilde astalthon; El humilde pero amado astalthon, Y soñábamos en un mundo construido de sueños Sueños que son más rubios que Aidenn; Sueños luminosos que son más reales que la razón! Así soñamos y amamos a través de las edades, Hasta que vino la maldita estación de Dzannin; La estación maldita por demonios de Dzannin; Cuando rojos brillaron los soles y planetas, Y roja brilló la creciente Banapis, Y rojos cayeron los vapores de Yabon. Entonces enrojecieron las flores y los arroyos Y lagos que yacían bajo los puentes, E incluso el calmo alabastro Brilló rosado con reflejos misteriosos Hasta que las esculpidas hadas y demonios Miraron, rojos, desde detrás de la sombra. Ahora mi visión enrojecía, y en forma demencial Yo me forcé por vislumbrar a través de la densa cortina Y vi a la divina Nathicana; La pura, siempre pálida Nathicana; La amada, inmutable Nathicana. Sin embargo, vórtice sobre vórtice de locura Nublaron mi laboriosa visión; Mi maldita, enrojecida visión; Que construía un mundo nuevo para mi contemplación; Un mundo nuevo de color rojo y tinieblas, Un horrible coma llamado vida Ahora en este coma llamado vida Yo contemplo los brillantes fantasmas de belleza; Los fantasmas de falsa belleza Que ocultan todas las maldades de Dzaninn. Los veo con ansia infinita, Tan parecidos a mi amada: Aunque en sus ojos brilla su maldad; Su crueldad e impiedad, Más despiadada que Thaphron y Latgoz, Doblemente nociva por su disimulo que atrae. Y sólo en los sueños de medianoche Aparece la perdida doncella Nathicana, La pálida, la pura Nathicana Quien se desvanece en la mirada del soñador. Una y otra vez yo la busco; Y en mi lástima recurro a los profundos tragos de Plathotis, Profundos tragos mezclados en el vino de Astarte Y fortalecidos con lágrimas de largo llanto. Y añoro los jardines de Zais; Los amados, los perdidos jardines de Zais Donde surge el blanco nephalot, El flagrante heraldo de medianoche. El potente último trago estoy preparando; Un brebaje con el cual los demonios se deleitan; Un trago con el cual desaparezca el color rojo; El horrible coma llamado vida. Pronto, pronto, si no me falla el brebaje, El rojo y la locura se desvanecerán, Y en la profundidad tenebrosa habitada por gusanos Se pudrirán las cadenas que me han sujetado. Una vez más los jardines de Zais Resplandecerán blancos en mi visión largamente torturada Y en medio de los vapores de Yabon Se levantará la divina Nathicana; La eterna, restaurada Nathicana; Cuya imagen no es posible encontrar en vida. H.P. LOVECRAFT

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